Palo flamenco: el garrotín

Probablemente en los últimos años no has escuchado hablar mucho sobre el garrotín, pero en Teatro Flamenco Sevilla vamos a redescubrir este palo flamenco que alguna vez recorrió el mundo, llevándonos de vuelta a sus orígenes asturianos y su evolución dentro de la cultura flamenca. Es un estilo de cante y baile que combina una mezcla fascinante de influencias regionales y culturales, con un ritmo vivaz que recuerda a los tangos, pero con un carácter y sabor propios.

El origen del garrotín 

El origen del garrotín es, como ocurre con muchos palos flamencos, un tanto incierto y envuelto en un halo de misterio. Se suele decir que proviene de la garrotiada asturiana, aunque al analizarlo musicalmente, el garrotín se asemeja más a los tangos de camino de Granada que al folclore del norte de España. Este dato nos lleva a pensar que, aunque sus raíces pueden rastrearse hasta Asturias, su verdadera esencia se forjó en el crisol cultural de Andalucía, donde fue adoptado y transformado en lo que hoy conocemos.

La verdadera fama del garrotín comienza en Madrid en 1905, cuando el sevillano Faíco, un bailaor flamenco con gran destreza y visión artística, lo llevó al escenario con una nueva coreografía acompañada por la música del legendario guitarrista Ramón Montoya. Faíco y Montoya crearon una versión del garrotín que era completamente novedosa para la época, mezclando la tradición asturiana con los ritmos flamencos y llevándolo a los cafés y teatros de España, donde rápidamente ganó popularidad.

El cante del garrotín

El cante del garrotín se caracteriza por su compás binario, un ritmo compartido con otros palos como los tanguillos, los tangos y las rumbas. Este ritmo, más rápido y vivo, se presta a un cante festero, lleno de energía y alegría, que se asemeja a la farruca en su estructura, pero mantiene su identidad única. A finales del siglo XX, artistas como Manuel Torres y La Niña de los Peines comenzaron a aflamencar el garrotín, adaptándolo a un estilo más acorde con las tradiciones flamencas sin perder su esencia original.

Las letras del garrotín suelen consistir en coplas de cuatro versos octosílabos, y se caracterizan principalmente por su tono humorístico y desenfadado. A menudo, el cante se remata con coletillas, frases breves que refuerzan el espíritu ligero y jocoso del garrotín. Aunque originalmente se interpretaba en una tonalidad de Re, lo que le daba un sonido peculiar dentro del repertorio flamenco, hoy en día el garrotín se canta en diversas tonalidades, dependiendo del estilo y la interpretación del artista.

El Baile del Garrotín

El baile del garrotín es otro aspecto fascinante de este palo flamenco. Su evolución es un testimonio de cómo el flamenco ha sido capaz de adaptarse y transformarse a lo largo de los años. Faíco, con su innovadora interpretación, estableció el modelo para el garrotín como lo conocemos hoy. Inicialmente, este era un baile interpretado exclusivamente por hombres, pero con el tiempo, ha pasado a ser un baile mayoritariamente femenino.

Uno de los elementos más característicos del garrotín es el uso del sombrero cordobés, que el bailaor o bailaora utiliza como parte de su actuación, añadiendo un toque de gracia y coquetería. El baile del garrotín es alegre y dinámico, con movimientos que reflejan tanto la picardía como el carácter juguetón de las letras. Suele tener una duración de unos ocho minutos, durante los cuales el intérprete puede mostrar toda su habilidad y estilo personal.

Artistas flamencos que han marcado el garrotín

El garrotín ha contado con la interpretación de algunos de los más grandes artistas flamencos, quienes han dejado huella en este palo. Pastora Pavón, más conocida como "La Niña de los Peines", fue una de las primeras en popularizar el garrotín en el mundo flamenco. Tomando como inspiración las versiones asturianas, Pastora transformó el garrotín en un cante festero por tangos, que cautivó a los aficionados al flamenco por su frescura y originalidad.

Otra figura esencial en la historia del garrotín es Carmen Amaya, la revolucionaria bailaora que llevó este arte a la cumbre del flamenco y lo introdujo en escenarios internacionales. Amaya, conocida por su energía y pasión, llevó el garrotín a América, actuando en ciudades como Nueva York, donde su talento fue reconocido por figuras tan destacadas como Charles Chaplin y Orson Welles. Su contribución al garrotín y al flamenco en general es incalculable, ya que no solo preservó este estilo, sino que lo expandió y lo adaptó a nuevos públicos.

El resurgir del garrotín

Después de sus dos primeras décadas de esplendor en el siglo XX, el garrotín pasó un tiempo en relativo olvido, siendo interpretado con menos frecuencia. Sin embargo, a partir de los años setenta, el garrotín experimentó un resurgir, volviendo a ocupar un lugar en los repertorios de muchos artistas flamencos contemporáneos.

En la actualidad, el garrotín sigue siendo un estilo vibrante y festivo, que conserva su esencia mientras se adapta a los tiempos modernos. Este renacimiento ha sido impulsado por artistas que, al igual que Faíco y Pastora, ven en el garrotín un medio para expresar la alegría y el ingenio característicos del flamenco.

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